domingo, 15 de diciembre de 2013

Gerardo y Adriana, 5475 noches

Adriana Pérez, Foto AP

Las distancias duelen, el mundo lo sabe. Por lo general muchas veces también tienen que ver con el amor. Definitivamente a kilómetros de distancia u horas de vuelo, se quiebra o fortalece. Adriana, Olga, Irma, Elizabeth saben lo que es dormir más de 5475 noches sin sus esposos, y eso sin contar los años bisiestos. Hace ya 15 años fueron apresados por combatir el terrorismo, en el “norte revuelto y brutal” descrito por Martí. Por preservar las vidas de 11 millones de cubanos René, Antonio, Ramón, Gerardo y Fernando fueron nombrados espías.
No intento comparaciones cuando pienso en las esposas, me quedaría cortísima si tratara de igualar mis adiós por un ratico, mi beso de despedida con el de Adriana y mi abrazo de reencuentro con el de Olga. Quedarían tan reducidos, minimizados. Visualizo un concepto que sí quisiera igualar, el sentimiento recíproco, inequívoco y espléndido que llena los corazones que laten al unísono aún en la distancia. Busco en todas las páginas del mundo noticias sobre estas historias de amor reales que terminarán en todos los casos con un final feliz.
Con 12 años conocí a Adriana Pérez, esposa de Gerardo, y de ese encuentro conservo intactas sus palabras que brindaban garantía a los incrédulos sobre el porvenir de su esposo. No sé, quizás en su lugar yo hubiera claudicado.
El dolor debe ser insoportable cuando se acercan fechas simbólicas para su relación. Probablemente para usted que lee el 4 de junio solo es la víspera del día internacional del medio ambiente, ni le pasa por la cabeza esa fecha. Para Adriana es otro cumpleaños de su esposo con una distancia física que carcome hasta los pensamientos.
Quizás el 7 de noviembre por ejemplo represente en su calendario uno más, en el de Adriana es probable que esté marcado, justo ese día Gerardo logró un beso de la muchacha que había conocido semanas atrás en la parada de La Rampa, camino a la escuela.
Tres años parecen mucho tiempo para mí que no espero. Adriana y Gerardo tuvieron que esperar esos 36 meses, después de la detención de él para escucharse otra vez en la distancia que supone un cable telefónico. ¡!!Y ya van 15, todavía no sienten de cerca la respiración del otro!!!
Acaba un año y cada día más personas de todas las latitudes se conduelen con esta causa, aparentemente la justicia norteamericana no se entera y se mantiene de espaldas a un grito universal que suma más decibeles cada día.

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